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Pedro Pétreo Sánchez

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A Sánchez le ha venido de fábula la fábula de papalandia de estos días (nunca Radio Televisión Española fue más vaticanista, nunca «lo» SER y «la» Paisa se ocuparon tanto de un Cónclave) para distraer así al personal del contencioso de las balas israelíes con Sumar, del gran apagón que exige explicaciones y de los extravíos (nunca mejor dicho) ferroviarios.

En su parroquia ya circulaba estos días la cancioncilla del «El pobrecito de Pedro, al que le cae todo encima, que si la filomena, el covid, la dana, el apagón y ahora los trenes que se le enganchan…»

El otro día en el Congreso, aprovechando el ómnibus a modo de papa móvil, hizo una de esas faneras de demagogia barata y victimismo ramplón que algunos quieren interpretar como una señal de debilidad. Quia. Sánchez trabaja para su parroquia, consciente de que ese es su zócalo electoral, la piedra sobre la que, como buen Pedro Pétreo, ha de construir su siguiente Frankenstein. De ahí su baladronada contra los ultrarricos (¡!), como si él y sus conmilitones fueran los ultrapobres…

Por ello no ha de extrañar que pretenda organizar un plebiscito (¿votarán sólo los accionistas del Sabadell, también los de BBVA, sólo los catalanes, o los españoles todos, que decía Franco?) con la opa al Sabadell para complacer al chantajista Puigdemont, que ve ya con pasmo al banco catalán caminito de Madrid, es decir de otro país. De este modo expolia los accionistas de sus dineros y corrobora ese «España y Cataluña somos países extraordinarios» que soltó el otro día en el Cercle de Economía, es círculo, siempre buscando equidistantemente la cuadratura de sí mismo: el dinero no conoce fronteras, pero tiene miedo, mucho miedo. Así se pasaría de la Nación de naciones del infausto Zapatero al País de países, ese territorio mancomunado bajo la égida de un Papiso como Pedro Sánchez. 

Mientras el CIS pueda seguir mintiendo, él cree que hay partido y partida, y apurará hasta los minutos basura si hace falta y a la canícula de julio de 2027 para convocar elecciones. Y volver a jugárselo todo a la carta del que vienen los fachas.

Coda 1) Del papa Paco al papa Bob. Habemus Papam, un americano, pero peruano de vocación, nietos de españoles, franceses e italianos, dizque moderado progresista, pero que se viste con todos los oropeles de un tradicionalista, alejándose así del espartanismo no franciscano sino francisquista, que ocultaba una ambición política desmedida. Era Francisco, como decía Churchill de algún enemigo temible, «una oveja disfrazada de oveja».

Sus primeras palabras dan cuenta de una solvente capacidad retórica: «Una paz desarmada y desarmante» que es algo más que un oxímoron. One point.

El ascenso –pues es una promoción– de Robert Prevost Martínez a Papa León XIV, que entró cardenal para salir papa (y no como el favorito de Francisco, el tal Parolin, parole, parole, que entró papa para salir cardenal), se hace bajo los auspicios de León XIII, el fautor de «Cosas nuevas», que es lo que significa Rerum novarum, la encíclica del 15 de mayo de 1891 del papa León XIII, que sin saberlo (o sabiéndolo) se convertía así en el primer papa socialdemócrata, pues no solo propugnaba que el valor del trabajo no podría ser una mercancía, sino que también exigía el derecho sindical, el descanso dominical, un salario justo, prohibir el trabajo infantil, proteger a la mujer trabajadora, el diálogo patronal-sindicatos, el sistema de previsión social, pero también abogaba por la propiedad y la iniciativa privadas, a la par que la prosecución del bien común, y la organización de colectivos bajo forma de partidos políticos. En definitiva, un modelo socialdemócrata liberal de inspiración católica. Comparado con los políticos de su época, un adelantado a su tiempo.

Es cierto que Prevost deberá arrostrar todas las reformas pendientes que Francisco no pudo o no quiso abordar, pero como prefecto del dicasterio de los obispos que ha sido (que es como decir es decir ser el ministro del interior) tiene los bajos de la sotana ennegrecidos por el humo de mil batallas, y parece un hombre más dotado (Bergoglio estudió literatura una de cuyas especialidades no se olvide es el misticismo, mientras que el nuevo optó por las matemáticas, la filosofía y el derecho… canónico, pero derecho al cabo) para acometerlas, especialmente las siempre oscuras finanzas vaticanas y su demoníaca burocracia. Más peliagudos le serán las cuestiones doctrinales acerca del papel de la mujer en la iglesia, hasta dónde llegar con los homosexuales (no deja de extrañar que sea un problema para un colectivo con tantos que lo son) y los divorciados, que visto el mundo de hoy, donde hasta los reyes se divorcian es ridículo que se les niegue el poder volver a casar por el rito.

Más modesto que su predecesor, pues se inscribe en una línea de Leones (algunos tremendos, pero uno no elige a todos sus antepasados), pues Francisco quiso ser el primogénito de una estirpe de Franciscos sin sucesores numéricos (San Francisco y yo), y al mismo tiempo más tradicionalista y consciente de que, como con las monarquías, sin el oropel, la pompa y la circunstancia, la Iglesia pierde gran parte de su aura (o toda) y, por tanto, gran parte de su auctoritas

Por ello se ha enfundado las vestimentas tradicionales, muceta, toga, cruz papal dorada, en su primer urbi et orbi. En eso ha querido ser, como Benedicto XVI, el más inteligente de todos: menos papista que el papa, dimitió y disfrutó de su jubilación.

 ¿Vivirá en el mismo apartamento que ocupa en el palacio del Santo Oficio desde hace dos años, cuando fue nombrado prefecto del Dicasterio de los Obispos, o bien pasará a la suite premium en el Palacio Apostólico? De momento utiliza un imponente SUV negro blindado como muchos jefes de Estado (y no el ridículo Fiat 500 blanco, modelo Raffaella Carrà, dios la tenga en su music-hall, con el que viajaba y donde apenas cabía Francisco) y no reniega del uso de las piezas litúrgicas, evangelarios de oro y otras antigüedades, y a buen seguro bendecirá a los niños que se le ofrezcan, pero no los besuqueará como su predecesor.

Nota bene. Se ha filtrado, pues todo se filtra, también en el Vaticano (pionero, eso sí, en crear el secreto de las fuentes con la confesión) que obtuvo más de 100 de los 133 votos, desmintiendo el relato periodístico de la polarización y las facciones enfrentadas. Casi todos los nombró Bergoglio. Es cierto que Parolin era más «progresista» (si es que progresista tiene algún sentido para designar a quien en realidad quiere retroceder a la doctrina cristiana más primitiva, y anti judía, de los locos de dios, al grito de ¡Ama a tu enemigo!), 

Papa pues multiusos, poliglota, más latinista que Francisco, un cosmopolita nacido y criado en la metrópoli del mundo que es todavía EEUU, católico entre protestantes, orgulloso de sus orígenes europeos, y con un pie en el barro de las misiones sudamericanas y el otro en las moquetas romanas, todas las «facciones» barren para casa y lo hacen suyo. 

Hasta Trump se vino arriba, aunque le duró poco cuando Steve Bannon le pasó algunos tuits del primer papa estadounidense. El clash está servido.

Me quedo con esta primera parte de la frase más mollar de su primer discurso-homilía: «Hoy son muchos los contextos en los que la fe cristiana se percibe como algo absurdo, propio de personas débiles o poco inteligentes». Denota lucidez. Y que saben cómo las gastan fuera. Pero es de justicia reconocer que las mejores ONG del mundo, las más valientes, son las de la iglesia católica en sus misiones en los infiernos, que estos sí, son de este mundo.

Coda 2) A la putinesca. Putin concelebra las ocho décadas de la victoria rusa sobre el nazismo por parte el sovietismo (el otro infierno en la tierra), al que reivindica como propio con razón, pues no está muy lejos su nazionalismo; y lo hace con un desfile de once mil soldados rusos y unos cuantos norcoreanos, acompañado por el dictador chino, el venezolano, el cubano y los compañeros de viaje Lula, el brasileño, y Fico el eslovaco, quintacolumnista vergonzante en la Unión Europea. Foto de familia.

Sánchez es incorregible y se ha saltado otra ocasión internacional de oro: ha preferido mandar a su Albares a Ucrania en vez de estar con Sturmer, Merz y Macron y el premier polaco Tusk, para visualizar el apoyo europeo a Zelenski y ayudarle a plantar cara al tirano al sátrapa del Make Russia Great Again. Para que no marque tendencia también en el resto del mundo no debe ganar la guerra, ni siquiera parece que la gana aunque la pierda.

Coda 3) La gramola. Le ha tocado en la rifa el Príncipe de Asturias a Byung-Chul Han, el filósofo vivo más leído del mundo, según sus editores: el farsante queda autodefinido con esta frase: «Hoy estamos en la transición de la era de las cosas a la era de las no-cosas». Por ello propone en su libro No-Cosas que, como él, nos agenciemos una juke-box (¿saben lo que cuesta una juke-box?). 

Coda 4) 25 años sí es nada. Se cumplen (ay, demasiado discretamente) los 25 años del asesinato de José Luis López de Lacalle, con sus paraguas rojo y sus ocho diarios (incluido el Gara que leían los más ilustrados de sus asesinos), tal como recuerda Leyre Iglesias, con el deber de memoria que se merece: explica por qué lo mataron y por qué lo volverían a matar hoy (metafórica pero igual de inmoralmente).

Coda 5) Volver. Camps, por fin liberado de sus perseguidores, anuncia que volverá cuando lo quieran los que quieran que vuelva. Y no es Génova. Y son muchos.


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